El Blog de Julio C. Gambina
Notas y artículos de análisis sobre la actualidad político-económica.
El acuerdo de Argentina con EEUU es más que comercial
EEUU necesita aumentar la importación para frenar los precios internos, especialmente de carne.
Los ganaderos estadounidenses no acuerdan con la apertura importadora, más aún con incrementos de insumos ante la suba arancelaria desde abril pasado a otros países.
Al mismo tiempo, Argentina también induce la importación externa para bajar los precios locales, también de la carne, alimento esencial en la dieta local. Los productores locales tampoco aprueban la importación creciente.
La lógica de política económica de ambos gobiernos se impone por sobre las demandas de los productores de cada país. Hay ruido en ambos países con la política oficial de Trump y de Milei.
Pero más allá del combate a la inflación en los dos países y de la apertura comercial negociada, aunque inconsulta al interior de las naciones involucradas, detrás están objetivos estratégicos de las partes.
En EEUU se trata de alejar todo lo posible a China, un competidor global más allá de la economía.
Para Argentina, el tema de fondo son las inversiones externas, especialmente estadounidenses, para alejar la tendencia de recursos provenientes del gigante asiático.
El objetivo de Milei es reorganizar la economía en Argentina, desde la lógica histórica del privilegio a la industrialización con destino al mercado interno a un proyecto de acumulación orientado principalmente al mercado mundial.
La apuesta es a consolidar una orientación primario exportadora, sea de agricultura y ganadería para el mercado mundial, más energía y minería, en el marco de las innovaciones tecnológicas en curso en la economía mundial.
Se trata de aprovechar la potencialidad de los hidrocarburos no renovables del yacimiento Vaca Muerta, y la minería, especialmente los proyectos de cobre ingresados al RIGI; pero también el uranio y la energía nuclear, para lo cual se impone la privatización de NASA.
La perspectiva de inversiones en el sur argentino asociado a la digitalización y la instalación de centros de datos, demandantes de climas fríos y abundante agua, junto a la perspectiva privada por el uranio y la energía nuclear, inducen la alianza de Argentina con EEUU.
Es una lógica que pareciera dejar atrás la competencia entre ambos países y avanzar en una lógica de complementariedad. Esencialmente, EEUU aportaría capitales y Argentina ofrece su potencialidad en bienes comunes.
¿Puede consolidarse ese rumbo?
Por la positiva imagina el gobierno ante la validación electoral y la proyección hacia el 2027, reformas reaccionarias mediante.
La laboral supone el disciplinalmente del movimiento sindical, una larga expectativa del poder económico local, estimulado por la complicidad de una dirigencia que apuesta a la continuidad de algunos beneficios corporativos históricamente conquistados.
Con la reforma tributaria especulan ganar la voluntad empresarial y disciplinar a la dirigencia gremial empresaria atrás del “beneficio” de la menor carga tributaria.
La reforma penal apunta a consolidar la línea represiva impulsada desde el inicio de la gestión Milei-Bullrich, asociada a la demanda del poder por “mano dura”.
Al final de estas reformas irán por la previsional, para intentar recuperar la ola privatizadora iniciada en 1994 con Menem-Cavallo.
Todo se subordina al ingreso de inversores externos, a la “lluvia de inversiones” que enunció Mauricio Macri al inicio de su gestión en 2015.
Las inversiones no llegaron y podrían no llegar por un clima internacional de incertidumbre y ralentización de la economía mundial.
Pero claro, la iniciativa Trump apunta a destrabar la ralentización global y especialmente del papel de EEUU en este proceso, para lo que necesita de su pario trasero, y en ello cuanta con la sociedad de Milei y otros similares, caso de Bukele o Noboa.
En ese sentido, avanzaron los acuerdos comerciales con Ecuador, el Salvador, Guatemala y Argentina, este último adicionando inversiones.
La respuesta definitiva no está en lo que imagina el gobierno Milei y sus cómplices, sino en la repuesta social para frenar la iniciativa política del poder y reorganizar una propuesta política orientada a resolver amplias necesidades insatisfechas.
Buenos Aires, 18 de noviembre de 2025
Argentina negocia su subordinación con Estados Unidos
En tiempo récord se negoció un acuerdo asimétrico que profundiza la dependencia y liquida capacidades estatales clave
Por Julio César Gambina y Luciana Ghiotto
Publicado en Página12, en: https://www.pagina12.com.ar/2025/11/17/argentina-negocia-su-subordinacion-con-estados-unidos/
El 13 de noviembre de 2025, exactamente dos décadas después del histórico rechazo al ALCA en Mar del Plata, la Casa Blanca anunció acuerdos comerciales con cuatro países latinoamericanos: Argentina, Ecuador, Guatemala y El Salvador. La coincidencia temporal no es casual. Representa un renovado intento estadounidense por reconfigurar las relaciones comerciales hemisféricas bajo condiciones aún más asimétricas que las rechazadas en 2005.
El contexto es fundamentalmente geopolítico. La administración Trump instrumentaliza el comercio como herramienta de presión en su disputa hegemónica con China, forzando a países del Sur Global a posicionarse en lo que denomina economías "de mercado" versus "no alineadas". El llamado "Día de la Liberación" del 2 de abril de 2025, cuando Trump impuso aranceles del 10% a gran parte del mundo, creó las condiciones de coerción bajo las cuales se negociaron estos acuerdos. Los países negocian "a punta de pistola", temiendo quedarse atrás respecto a competidores que ya cerraron tratos.
El acuerdo argentino se cerró en tiempo récord, sin debate público, sin consulta a sectores afectados, sin análisis de impacto. Esta irresponsabilidad institucional contrasta radicalmente con los años de movilización y debate que precedieron al rechazo del ALCA. Mientras en 2005 los movimientos sociales construyeron un proceso participativo de análisis crítico, el acuerdo de 2025 fue cocinado entre pocos actores con el objetivo explícito de consolidar a Milei como "uno de los aliados más cercanos" de Washington.
Lo que Argentina cede
En el comercio de bienes, el mercado argentino se abre a la importación de ganado vivo, aves de corral, carne de cerdo y lácteos. Esto evidencia una paradoja: un país históricamente exportador agrícola habilita el acceso a la competencia del agro-negocio estadounidense, que opera con economías de escala masivas, subsidios directos e indirectos, y estándares sanitarios y laborales sustancialmente diferentes. Los sectores avícola, porcino y lechero argentinos, que emplean a miles de trabajadores en cadenas productivas regionales, enfrentarán una competencia asimétrica donde el intercambio entre iguales cede lugar a la subordinación productiva. La destrucción de empleo y el desmantelamiento de capacidades productivas locales constituirán el costo de un alineamiento que no ofrece contrapartidas equivalentes.
Asimismo, Argentina se compromete a una “modernización” de una parte importante de su legislación. Por ejemplo, aparece el compromiso de una reforma estructural del régimen de propiedad intelectual según dictámenes unilaterales estadounidenses. Se aceptan automáticamente los certificados de los medicamentos que otorga la Food and Drug Administration (FDA), lo que implica el fin práctico de la ANMAT. Esto pone en riesgo directo la calidad y seguridad de los medicamentos. Numerosos casos han mostrado que la FDA responde a presiones de la industria farmacéutica estadounidense. Aceptar sus certificaciones acríticamente significa importar esa estructura de incentivos pro-corporativos.
Con el acuerdo, Argentina reconoce firmas electrónicas estadounidenses, permite la transferencia transfronteriza de datos personales, y establece que EEUU es jurisdicción válida para almacenar datos de los ciudadanos argentinos. Pero la legislación estadounidense de protección de datos es notoriamente más débil que la argentina y mucho más que los estándares europeos. Esta arquitectura convierte a Argentina en proveedora de datos brutos procesados por corporaciones estadounidenses bajo una regulación laxa. EEUU se transforma en una "aspiradora" de información, capturando valor económico y control estratégico sobre la infraestructura digital crítica.
Lo que Estados Unidos ofrece
Estados Unidos ofrece únicamente eliminar aranceles en "ciertos recursos naturales no disponibles"—las materias primas críticas que extrae del subsuelo argentino. No especifica productos ni volúmenes. Es decir, EEUU "concede" eliminar aranceles sobre lo que necesita importar urgentemente porque no lo produce en cantidades suficientes. Se trata de una necesidad estratégica en su competencia con China por el control de cadenas de suministro de minerales críticos.
Además, EEUU incluye la promesa de que "podrá considerar positivamente" el acuerdo al adoptar medidas comerciales bajo la Sección 232 de la Ley de Expansión Comercial. La Sección 232 es el instrumento que ha permitido a Trump imponer aranceles sobre acero, aluminio, autos y otros productos invocando razones de "seguridad nacional". El lenguaje que se usa en la declaración ("podrá considerar") no es una exención ni una garantía: es completamente discrecional, no vinculante jurídicamente, y significa que EEUU puede seguir imponiendo cualquier nuevo arancel bajo esta sección. Finalmente, ofrece la reducción del arancel del 10% sobre la carne argentina mientras mantiene su sistema de cuotas histórico de un 25% de arancel fuera de cuota, el cual fue establecido por el Congreso y no se ve afectado por este acuerdo.
En conclusión, Estados Unidos elimina aranceles sobre lo que igual iba a comprar, mientras Argentina cede capacidad regulatoria, abre todo su mercado y se subordina geopolíticamente, afectando su capacidad productiva.
El espejismo de las inversiones
Milei prometió que "nos van a salir dólares de las orejas". El canciller Quirno insistió en que el acuerdo "crea condiciones para atraer inversión". Pero el texto de este acuerdo carece de sustancia: solo declaraciones de intención, sin reglas, garantías o mecanismos nuevos.
Argentina ya cuenta con un Tratado Bilateral de Inversión con EEUU vigente desde 1994 que otorga protecciones robustas, incluyendo arbitraje internacional. El RIGI vigente desde 2024 ya ofrece estabilidad fiscal por 30 años, libre disponibilidad de divisas y exenciones extraordinarias. ¿Qué agrega el acuerdo comercial? Solamente retórica y una mayor subordinación a la política exterior estadounidense.
Las inversiones no fluyen por acuerdos comerciales per se, sino por estabilidad macroeconómica (que Argentina no tiene), mercados domésticos robustos (que se destruyen con ajuste brutal), infraestructura adecuada (severamente deteriorada), y certidumbre jurídica (minada por volatilidad crónica). Ninguna condición se modifica por el acuerdo. Lo que sí se modifica es la capacidad estatal de regular inversiones, imponer requisitos de desempeño o proteger sectores estratégicos. La subordinación no es un camino para resolver una producción al servicio de las necesidades sociales y nacionales.
La respuesta necesaria
A diferencia de los '90, cuando la apertura se justificaba con promesas desarrollistas, el acuerdo de 2025 ni siquiera ofrece esas ilusiones. Es apertura pura y alineamiento geopolítico sin beneficios. Argentina negocia desde una posición de debilidad extrema, con un gobierno que ha hecho del alineamiento con Washington su objetivo.
Un acuerdo de esta magnitud no puede negociarse en secreto y anunciarse como un hecho consumado. El vaciamiento de ANMAT, la cesión de datos personales, la subordinación del régimen de propiedad intelectual, constituyen renuncias a capacidades estatales básicas que afectarán a millones de trabajadores y a la mayoría de la sociedad.
Se trata de un acuerdo inconsulto, que festeja el poder local y agrava la dependencia vulnerando normas institucionales, con efectos regresivos en las condiciones de vida de la población.
No alcanza con rechazar el acuerdo suscripto con EEUU y la política del gobierno de Milei y sus cómplices.
Argentina necesita reconstruir un bloque social y político para reorganizar el orden económico y la inserción internacional en tiempos de incertidumbres mundiales y agresiva política estadounidense para afirmar su hegemonía global.
Milei Prevailed in Argentina’s Midterms Despite Economic and Political Problems
Publicado en: https://inequality.org/article/milei-prevailed-in-argentinas-midterms-despite-economic-and-political-problems/
Milei Prevailed in Argentina’s Midterms Despite Economic and Political Problems
By Julio C. Gambina
The midterm election results in Argentina handed a political victory to Javier Milei’s far-right government of Javier Milei, despite recent economic, financial, and political problems.
Indeed, there were currency runs and financial turmoil amid a decline in consumer spending and recessionary trends in production, with a resurgence of price increases and significant limits on productive recovery. At the same time, there was an increase in allegations of corruption, political scandals involving figures with links to drug trafficking, and fractures within the ruling party.
Despite the turbulence and critical forecasts, more than 40 percent of the voting public supported Milei. Milei's leadership drew huge support from politically unknown figures throughout the country. He was marketed as being against traditional politics, even with his crazy musical performance and the terrible image of his entourage. Of course, there was the highest absenteeism in contemporary history, 32 percent, which — combined with the null or contested votes — amounts to more than 12 million people incredulous of politics as a way of solving problems.
The most important considerations are Milei's victory and the rampant absenteeism, both of which call for reflection economic and political changes in Argentine society. One source of hope is the third place achieved by the left in several districts, especially in the country's capital city and in the province of Buenos Aires.
Support from Trump
It can be argued that these results are related to the economic and political support of the Trump administration. The support is self-serving in the context of the difficulties of contemporary capitalism, especially in the United States, which is challenged by China's expansion. Although Argentina may seem insignificant in its contribution to regional or global GDP, its relative weight looms large in the face of a reality that is eluding the interests of US foreign policy.
The country is the tip of spear in an offensive against the leftist turn of the region in the early years of the 21st century. Thus the tightening of the blockade on Cuba, the deployment of troops in the Caribbean against Venezuela, and the attacks on the Colombian government and on anyone who does not submit to the expectations and desires of Washington. The US is intervening forcefully to change the balance of power in Latin America and the Caribbean, to get the region behind its global objectives of sustaining its threatened hegemony.
The influx of dollars from the US Treasury to support Milei was part of a campaign to achieve MAGA's interests. Beyond the criticisms levied Democrats, some Republicans, the “gringo” press, or those economically affected, including workers who are not being paid due to the shutdown, Trump and Bessent's monetary investment is part of a global strategy to address the capitalist crisis. The Milei government is part of that strategic proposal, which has an impact on global and local capitalism.
We have argued that Milei’s presidency is an experiment comparable to that of Chile in 1973, which set the course for a new experience of capitalist organization under the “neoliberal” dimension.
Capitalism in crisis needs to reorganize itself and find ways and mechanisms that give meaning to the pursuit of profits and accumulation for domination and systemic reproduction. Hence the commitment to technological innovation, digitalization, and AI, which capitalism needs to be the focus of conversations rather than the growth of inequality and the impoverishment of large segments of society. That perspective needs to be agreed upon in society, even via cultural manipulation mediated by social media and fake news.
Trump needs Milei and his “success,” even if it is temporary, to fight other battles to consolidate far right interests in the United States.
We have argued that Trump and Milei should not be underestimated, that beyond any eccentricity, they express the will of a part of concentrated capital to give direction to capitalism in crisis.
That is why Trump was financially assisting Milei while negotiating, once again, with China for the supply of rare earths and a renewed truce in the trade war.
The terrain of capitalism is global. That is why the goals of political power transcend national boundaries.
Local accumulation and the alternative
Local powers here in Argentina needs consensus to recreate the accumulation model, which in the last 40 years was agribusiness exports and finance leveraged by public debt and privatizations. Now, for the powers that be, is the time to complement this with the use of unconventional hydrocarbons and metal mining associated with AI innovation and the digitalization of the economy. This requires investment and is the goal and expectation of the Milei government.
A reorganization of local capitalism is required, as announced in 1975/76 and in ongoing process beyond the obstacles posed by the political tradition of the subordinate classes and their organization in trade union, territorial, popular, and even bourgeois movements associated with the model of substitution industrialization that has been hegemonic in the country for decades. That is why we have argued on several occasions that Milei sought to discipline local society from both below and above.
The election results on October 26 do not mean that this goal has been achieved, but they do represent a step forward in that direction. That is why it is essential to think and act in terms of political alternatives — that’s the main thing missing in Argentina.
Reorganizing the popular movement and providing a new horizon of transformative meaning is the imperative of the moment.
Radicalism was the answer at one point in Argentine history, but today it appears diluted under libertarian hegemony. Peronism burst onto the scene as a popular response in the 1940s and has resurfaced in different guises, including Menem and Kirchner. At this conjuncture it appears disoriented even with the significant number of votes that keep it as the second largest political force in Argentina. Its fate is unknown, but it calls for political reformulations for a new moment in local and global capitalism. The left deserves to be discussed, given its visibility in the City of Buenos Aires, the Province of Buenos Aires, and Jujuy, even though it did not retain its representative in the Chamber of Deputies.
We must study and understanding the moment of local capitalism, the structural changes that have taken place over half a century of reactionary restructuring, which now seeks to consolidate themselves with regressive labor, pension, and tax reforms. Everything has an impact on society’s subjectivity and consciousness.
Due to everything that is happening, there is excitement in the “markets,” speculative investors driving down currency prices, who until yesterday were speculating against the local currency. The risk of Argentina defaulting is falling, and bonds and stocks are rising in anticipation of investments that have been elusive until now. It remains to be seen whether the horizon long awaited by the ruling class will materialize.
While that happens, resistance will make itself present at protests in front of Argentine congress every Wednesday from retirees, alongside demands for wages, education, and health care, against looting and the widespread dissatisfaction with unresolved social needs.
These are just some initial reflections on the current situation in an electoral period marked by a reactionary liberalization offensive, which give no cause for either pessimism or optimism, but rather for seeking a way around the current challenges faced by those harmed by the offensive of capital and the far right.
El No al ALCA dos décadas después. Lecciones de una lucha ganada en tiempos de neoliberalismo restaurado
Publicado en Huellas del Sur, en: https://huelladelsur.ar/2025/11/05/el-no-al-alca-dos-decadas-despues-lecciones-de-una-lucha-ganada-en-tiempos-de-neoliberalismo-restaurado/
Este noviembre se cumplen veinte años de uno de los hitos más importantes en la historia de las luchas populares latinoamericanas: el rechazo al Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) en la IV Cumbre de presidentes de las Américas, celebrada en Mar del Plata en noviembre de 2005. Aquellas jornadas no implicaron simplemente la derrota de un tratado comercial. Fue el momento en que un continente entero, articulado en una coalición sin precedentes de movimientos sociales, sindicatos, organizaciones campesinas e indígenas, sectores empresariales y gobiernos progresistas, expresión de un amplio espectro político, le puso un freno a un proyecto de integración económica subordinada a los Estados Unidos. Se trató de una inmensa movilización popular de confrontación con la estrategia de libre mercado de la principal potencia capitalista.
El paralelo con la batalla de Seattle en 1999 es inevitable. Seattle es un punto importante de un conjunto de luchas y movilizaciones contra la globalización capitalista. Si aquella movilización contra la Organización Mundial del Comercio marcó un punto de inflexión en la resistencia al neoliberalismo a escala global, los encuentros en Mar del Plata representaron el momento decisivo para la región latinoamericana y caribeña. La combinación de la III Cumbre de los Pueblos en las calles, con miles de manifestantes, y la nueva correlación de fuerzas políticas al interior de la cumbre presidencial —especialmente con Venezuela y los cuatro países del Mercosur cerrando filas contra el ALCA— logró lo que parecía imposible apenas unos años antes: frenar en seco el proyecto de liberalización más ambicioso que se había intentado en el continente.
Lo que estaba en juego era mucho. El ALCA proponía una integración basada exclusivamente en la libre circulación de mercancías, servicios y capitales, no de personas y no tenía consideración alguna sobre los impactos sociales, ambientales o sobre las cadenas productivas locales y regionales. Para las organizaciones populares que lo resistieron —sindicales, campesinas, indígenas, ambientales, políticas— el tratado representaba la profundización de un modelo que ya había mostrado sus consecuencias devastadoras durante la década neoliberal de los noventa: desindustrialización, precarización laboral y salarial, privatización de servicios y capital públicos, junto a la destrucción de las economías locales.
Pero la oposición al ALCA no provino únicamente del campo popular, incluyendo el debate relativo al alcance de la lucha, contra el neoliberalismo o en confrontación con el orden capitalista. Un dato fundamental, que a menudo se minimiza en los relatos de aquella victoria, es que sectores importantes del empresariado industrial también se opusieron al libre comercio en esa coyuntura. El caso más emblemático fue el del empresariado industrial brasileño, que se coordinó con el gobierno de Lula da Silva para sostener una estrategia mercado-internista de industrialización y fortalecimiento de cadenas de valor locales y regionales, incluso como plataforma de base para las exportaciones.
Resulta interesante verificar que, para estos actores, el ALCA significaba quedar expuestos a la competencia directa con las corporaciones estadounidenses en condiciones profundamente desiguales, lo que amenazaba con desmantelar décadas de desarrollo industrial.
La convergencia estratégica, más allá de matices y contradicciones asociadas a intereses particulares, entre sectores empresariales nacionalistas, gobiernos progresistas y movimientos populares fue uno de los factores clave que hizo posible el triunfo de Mar del Plata.
El debate al interior de esta amplia coalición transitaba por la confrontación con la política neoliberal instalada desde el Consenso de Washington, o si se debía ir más allá en la crítica al capitalismo y la sustentación de un proyecto transformador y emancipador.
Encuentros hemisféricos contra el ALCA y la Alianza Social Continental: una coordinación sin precedentes
Detrás de la resistencia que se materializó en Mar del Plata en 2005 hay una rica historia de articulación popular, recorrida por los Encuentros hemisféricos iniciados en 1998 en La Habana, la Alianza Social Continental emergente en 1999 en México y la saga anual del Foro Social Mundial convocada por redes sociales globales y organizadas desde el 2001 en Porto Alegre, Brasil.
Son tres ámbitos de articulación que sentaron las bases del éxito contra el ALCA, al tiempo que constituyeron un semillero de acumulación de poder popular en la disputa de los gobiernos en la región latinoamericana y caribeña.
Fueron ámbito de construcción de una subjetividad creciente de confrontación con la política neoliberal hegemónica, al tiempo que desplegaron en debates masivos una crítica trascendente con perspectiva emancipadora contra el capitalismo. Se recreaba el concepto de Nuestra América que acuñó José Martí y diferenciaba la lucha y objetivo de los pueblos de la propuesta sustentada desde EE. UU., la OEA y los gobiernos de la región, excepto Cuba.
Una concepción que tiño los debates, las luchas y los programas de toda la región en los años que siguieron y que definieron las expectativas de transformación bajo el horizonte del cambio político, de crítica a la hegemonía neoliberal y de aspiraciones por construir otro orden posible. Mirado desde hoy sigue siendo una asignatura pendiente.
Se trató de una articulación transnacional, más amplia y ambiciosa que los países de América Latina y el Caribe hayan conocido en su historia reciente. El logro principal remite a algo extraordinariamente difícil: coordinar a sindicatos, movimientos campesinos, organizaciones indígenas, grupos ambientalistas, colectivos de derechos humanos, movimientos estudiantiles y juveniles, junto a sectores de izquierda de todo el continente en torno a una agenda común de rechazo al ALCA y de construcción de alternativas de integración regional.
Desde las Cumbres de los Pueblos que se realizaron paralelamente a las cumbres presidenciales —primero en Santiago de Chile en 1998, luego en Quebec en 2001, y finalmente en Mar del Plata— hasta las campañas de educación popular sobre los riesgos del ALCA, la articulación continental construyó un tejido organizativo transnacional que permitió que la resistencia estuviera enraizada en las realidades locales.
Un hito central fue el proceso de consultas populares contra el ALCA, que en noviembre de 2003 sumó más de 2 millones de votos en toda la Argentina y cerca de 11 millones en Brasil.
Dos décadas después, resulta difícil imaginar una coordinación de tal magnitud en el presente. El declive del ciclo de luchas que caracterizó las décadas de los noventa y los años 2000, la fragmentación de las organizaciones y los cambios en el escenario político regional hacen que aquella experiencia parezca hoy casi irrepetible.
El No al ALCA y los gobiernos progresistas
El rechazo al ALCA no fue solo una victoria defensiva. Abrió un espacio político fundamental para los experimentos de los gobiernos progresistas que estaban emergiendo en la región.
La derrota del proyecto estadounidense de integración subordinada permitió que florecieran propuestas alternativas de regionalismo: desde el ALBA (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América) impulsada por Venezuela y Cuba, hasta el fortalecimiento de las articulaciones regionales, incluso la creación de UNASUR y posteriormente de la CELAC, primera articulación que excluyó a EEUU y a Canadá.
Estos proyectos, con todas sus limitaciones y contradicciones, compartían un denominador común: la búsqueda de una cooperación entre Estados que no estuviera exclusivamente determinada por la lógica del libre comercio, sino que incorporara dimensiones políticas, sociales, culturales y estratégicas. Se habló de soberanía alimentaria, energética y financiera. Se creó el Banco del Sur, aunque no llegó a funcionar, como alternativa a las instituciones financieras tradicionales, sustentando la necesidad de una Nueva Arquitectura Financiera Regional para la promoción de un modelo productivo y de desarrollo para satisfacer las necesidades populares.
Las propuestas avanzaron en mecanismos de cooperación política que iban más allá del comercio. Incluso, países como Bolivia y Ecuador pusieron en cuestión el sistema de protección de inversiones extranjeras y terminaron todos sus tratados de inversión con las potencias europeas y con Estados Unidos y Canadá. Más aún, en sus nuevas Constituciones incluyeron las concepciones de los pueblos originarios del “vivir bien” o del “buen vivir”.
Sin el movimiento popular del No al ALCA, estos experimentos simplemente no hubieran sido posibles. El tratado habría establecido un marco normativo que limitaría drásticamente las posibilidades de políticas industriales activas, de regulación de inversiones extranjeras, de protección de sectores estratégicos o de priorización de la integración regional sudamericana.
Por eso, el éxito popular logrado hace dos décadas en Mar del Plata, no solo fue una batalla ganada, sino que abrió un horizonte de posibilidad para pensar y construir otro tipo de integración continental.
¿Es pensable hoy otro “No al ALCA”?
Este interrogante supone un aspecto incómodo para el análisis, pero necesario. Sostenemos que el rechazo al proyecto ALCA correspondió a un momento particular de la historia reciente: la fase de impugnación de masas al proyecto de liberalización. Esa dinámica de luchas fue la condición de posibilidad para la emergencia de gobiernos progresistas o críticos hacia la hegemonía neoliberal en la región.
Ese momento se ha transformado radicalmente con la contraofensiva de las derechas y la ultraderecha, quienes intentan definir el curso reaccionario para la consolidación del proyecto del capital más concentrado que actúa en los países de Nuestra América.
Hoy atravesamos un momento de desarticulación de las luchas populares, a contramano de lo característicos de las últimas tres décadas. La crisis y derrota de muchos gobiernos progresistas y el auge de las derechas (que, paradójicamente, enarbolan banderas contra el libre comercio) es un elemento a destacar, claro que en contraste con otras experiencias que retoman el legado de la impugnación al neoliberalismo, especialmente luego de las luchas populares y juveniles de Chile y de Colombia.
Aludimos a las derechas y remitimos al caso más emblemático de EEUU, con Donald Trump, quien durante su presidencia criticó el TLCAN como “el peor tratado de la historia”, impuso aranceles a China, a Canadá y a México en el marco de una “guerra comercial” generalizada; paralizó la Organización Mundial del Comercio y se retiró del Tratado Transpacífico. Para recuperar la hegemonía estadounidense, levanta una propuesta que pareciera coincidir con el programa de las luchas de los movimientos populares latinoamericanos y caribeños de los últimos años.
Pero: a no confundirse, las apariencias engañan. El objetivo de la administración Trump se orienta a una reconfiguración del capitalismo en crisis para reorganizar el sistema de relaciones capitalistas bajo la hegemonía de EE. UU.
En ese camino se asocia a las ultraderechas en los gobiernos de la región, especialmente con el argentino Javier Milei y el salvadoreño Nayib Bukele, en tanto vanguardias de varios gobiernos liberalizadores y de derecha, base política de una reorganización liderada por el capital transnacional.
Nuestro interrogante fundamental se sostiene: ¿es pensable hoy un rechazo al libre comercio y al libre cambio tan rotundo por parte del movimiento popular latinoamericano y caribeño como el que se articuló contra el ALCA? Incluso, y más importante aún: ¿sería suficiente para cambiar el camino de la política regional actual?
Por un lado, la apropiación de la retórica anti-libre comercio por parte de figuras como Trump revela una trampa: el discurso contra los tratados comerciales puede servir tanto a proyectos emancipatorios como a nacionalismos corporativos que solo buscan fortalecer a las empresas de su país sin cuestionar las asimetrías fundamentales del capitalismo global.
Trump no critica al TLCAN por solidaridad con las/os trabajadoras/es mexicanos desplazadas/os, sino porque las corporaciones estadounidenses perdieron ventajas competitivas.
Por otro lado, el contexto global se ha transformado profundamente. Las cadenas globales de valor han fragmentado los procesos productivos de tal manera que resulta cada vez más difícil pensar estrategias puramente nacionales o incluso regionales. Además, los tratados bilaterales de libre comercio que varios países latinoamericanos firmaron desde el año 2000 (Chile, Perú, Colombia, Centroamérica) han consolidado un modelo de apertura que coexiste contradictoriamente con discursos de integración regional.
En este periodo, China emergió como un actor fundamental en América Latina, estableciendo relaciones comerciales y financieras que no modifican en esencia las lógicas de producción y circulación primario exportadoras.
En este contexto, las perspectivas para los movimientos populares y sus proyectos de transformación y emancipación son complejas.
No se trata simplemente de repetir la fórmula del No al ALCA, sino que se requiere una actualización profunda de las estrategias de resistencia que reconozca varias cosas: primero, que la crítica al libre comercio debe ir acompañada de una crítica más integral al capitalismo global, entendiendo que el comercio está entrelazado con cuestiones productivas, financieras, ambientales y digitales. Se trata de la producción y la circulación en conjunto.
Debe reconocerse que el nacionalismo económico tiene límites estructurales evidentes en tiempos de internacionalización de la producción, transnacionalización del capital y medidas restrictivas con sanciones unilaterales aplicadas por los principales Estados del orden capitalista para sustentar la hegemonía en discusión. En ese marco, apostar a “recuperar la soberanía estatal” puede terminar fortaleciendo proyectos que no necesariamente apuntan a la emancipación social.
Sostenemos que es necesario reconstruir formas de internacionalismo solidario que vayan más allá de las articulaciones anti-tratados, conectando las diversidades de las luchas de comunidades migrantes y pueblos indígenas afectadas por el saqueo de los bienes comunes y la explotación exacerbada con la precariedad laboral y salarial.
Veinte años después de Mar del Plata, la pregunta ya no es solo cómo derrotar tratados de libre comercio, sino cómo construir alternativas concretas que cuestionen la lógica misma de un sistema económico global, el capitalismo, que requiere, estructuralmente, de la exclusión y precarización de amplios sectores sociales.
Reconocemos que se requiere reactivar la masividad de la lucha popular, recreando los programas emergentes de esa dinámica de confrontación sociopolítica, para recrear formas políticas para hacer efectiva la transformación social y llevar adelante el proyecto de emancipación social en contra del régimen del capital y más allá.
Julio César Gambina es Profesor de Economía Política. Presidente de la Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas (Fisyp). Integrante de la Junta directiva de la Sociedad Latinoamericana de Economía Política y Pensamiento Crítico, SEPLA.
Luciana Ghiotto es Investigadora del CONICET y docente de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM). Investigadora asociada del Transnational Institute (TNI). Integrante de ATTAC Argentina y de la Plataforma América Latina mejor sin TLC.
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Mar del Plata 2005: cuando América Latina derrotó al ALCA y abrió un nuevo horizonte político
Publicado en PERFIL: https://www.perfil.com/noticias/opinion/america-latina-derroto-al-alca-y-abrio-un-nuevo-horizonte.phtml
Mar del Plata 2005: cuando América Latina derrotó al ALCA y abrió un nuevo horizonte político
A veinte años de aquella histórica jornada, la victoria contra el Área de Libre Comercio de las Américas sigue siendo un faro para pensar las resistencias continentales. Pero el contexto cambió radicalmente y las estrategias deben actualizarse.
Por Julio César Gambina y Luciana Ghiotto
Noviembre de 2025 marca dos décadas de uno de los hitos políticos más significativos de América Latina y el Caribe en el siglo XXI. En Mar del Plata, durante la IV Cumbre de Presidentes de las Américas de 2005, el proyecto del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) fue definitivamente sepultado. Pero aquella jornada fue mucho más que la derrota de un tratado comercial: representó el momento en que un continente entero, movilizado desde abajo, logró frenar en seco el proyecto de libre mercado que Estados Unidos y las elites locales habían diseñado para la región.
La comparación con Seattle 1999 es inevitable. Si la batalla contra la Organización Mundial del Comercio (OMC) marcó un punto de inflexión global en la resistencia al neoliberalismo, Mar del Plata fue el momento decisivo para América Latina. Miles de manifestantes en las calles durante la III Cumbre de los Pueblos, combinados con una nueva correlación de fuerzas al interior de la cumbre presidencial —Venezuela y los cuatro países del Mercosur cerrando filas contra el ALCA sumado al apoyo político de Cuba— lograron lo que parecía imposible.
La campaña continental contra el ALCA: articulación sin precedentes
Detrás de aquella victoria estuvieron los Encuentros hemisféricos contra el ALCA y la Alianza Social Continental (ASC), promoviendo la articulación transnacional más amplia que América Latina había conocido. Sindicatos, movimientos campesinos, organizaciones indígenas, grupos ambientalistas y sectores de izquierda de todo el continente coordinaron una agenda común de rechazo al ALCA y construcción de alternativas.
La capacidad de movilización fue verdaderamente continental. Desde las Cumbres de los Pueblos —Santiago 1998, Quebec 2001, Mar del Plata 2005— hasta las campañas de educación popular que llegaron a comunidades rurales y fábricas, la lucha contra el ALCA construyó un tejido organizativo que hizo posible que la resistencia fuera simultáneamente masiva y enraizada localmente. Un momento emblemático fue el proceso de consultas populares, que en noviembre 2003 sumó más de 2 millones de votos solo en Argentina.
Un dato fundamental, a menudo minimizado, es que sectores importantes del empresariado industrial también se opusieron al libre comercio en esa coyuntura. El caso más claro fue el del empresariado brasileño, que se coordinó con el gobierno de Lula para sostener una estrategia de industrialización y fortalecimiento de cadenas de valor regionales. Esta convergencia entre sectores empresariales nacionalistas, gobiernos progresistas y movimientos sociales y políticos fue clave para el triunfo.
La victoria no fue solo defensiva. Abrió espacio para experimentos como el ALBA, el fortalecimiento del Mercosur, UNASUR y la CELAC. Se habló de soberanía alimentaria, energética y financiera. Se creó el Banco del Sur. Ecuador y Bolivia denunciaron sus tratados de protección de inversiones extranjeras con las potencias europeas y norteamericanas. Sin el No al ALCA, estos experimentos simplemente no hubieran sido posibles.
El presente: un escenario radicalmente transformado
Dos décadas después, el momento histórico es otro. El ciclo de luchas contra la globalización neoliberal que caracterizó los noventa y dos mil entró en declive. Muchas organizaciones que conformaron la ASC se fragmentaron. Los gobiernos progresistas enfrentaron crisis y derrotas. Y surgió una paradoja inquietante: figuras de derecha como Donald Trump apropiaron el discurso contra el libre comercio.
Trump criticó el tratado comercial con México y Canadá (TLCAN) como el peor tratado de la historia, impuso aranceles a prácticamente todos los países del globo, con foco en China y México y paralizó la OMC. Hizo exactamente lo que los movimientos sociales latinoamericanos habían pedido durante décadas. Pero desde una lógica completamente distinta: un nacionalismo corporativo que solo busca fortalecer a las empresas estadounidenses sin cuestionar las asimetrías del capitalismo global.
Mientras tanto, lo que el ALCA pretendía unificar se fragmentó en múltiples tratados bilaterales con resultados igualmente devastadores: desindustrialización, precarización laboral, reprimarización exportadora. China emergió como actor central, pero sus inversiones reproducen frecuentemente lógicas extractivistas. Las cadenas globales de valor fragmentaron los procesos productivos de manera que dificultan estrategias puramente nacionales o regionales.
¿Es pensable hoy otro 'No al ALCA'?
Esta es la pregunta incómoda pero necesaria en la conmemoración. El rechazo al ALCA correspondió a un momento particular: la decadencia del neoliberalismo ortodoxo, el auge de movimientos sociales antiglobalización, y la emergencia de gobiernos progresistas. Ese momento se transformó radicalmente.
La apropiación del discurso anti-libre comercio por Trump y otros nacionalismos de derecha revela una trampa: ese discurso puede servir tanto a proyectos emancipatorios como a nacionalismos corporativos. Trump no critica al TLCAN por solidaridad con trabajadores mexicanos desplazados, sino porque las corporaciones estadounidenses perdieron ventajas.
Por otro lado, el contexto global cambió profundamente. La crisis climática agrava la presión extractivista. Las plataformas digitales transnacionalizaron formas inéditas de precarización laboral. En este escenario, las perspectivas para los movimientos sociales son complejas. No se trata de repetir la fórmula del No al ALCA. Se requiere actualizar las estrategias reconociendo varias cosas: primero, que la crítica al libre comercio debe ir acompañada de una crítica más integral al capitalismo global. Segundo, que el nacionalismo económico tiene límites estructurales evidentes. Tercero, que se necesita reconstruir solidaridades transnacionales que vayan más allá de las articulaciones anti-tratados.
Veinte años después de Mar del Plata, la pregunta ya no es solo cómo derrotar tratados de libre comercio, sino cómo construir alternativas concretas que cuestionen la lógica de un sistema económico que requiere, estructuralmente, de la exclusión y precarización de amplios sectores sociales. Pero el legado de Mar del Plata permanece: demostró que es posible construir poder popular a escala continental. Ese aprendizaje sigue vigente, aunque las formas concretas de resistencia deban reinventarse para este momento histórico.
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Julio César Gambina
Profesor de Economía Política. Presidente de la Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas (Fisyp). Integrante de la Junta directiva de la Sociedad Latinoamericana de Economía Política y Pensamiento Crítico, SEPLA.
Luciana Ghiotto
Investigadora del CONICET y docente de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM). Integrante del Transnational Institute (TNI).
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